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Extraído de la Pagina : EDITORIAL LA PAZ

10168214_301404643345148_5374388867046148047_n (1)Empezamos con lo más sencillo, con lo que se puede palpar en todos los cultos avivados. Al entrar en cualquier lugar de reunión de los pentecostales, lo que más impresiona es el ambiente de confusión y de alboroto que prevalece.

-Comienzan orando todos a la vez en voz alta.
-Luego cantan coritos calientes (término inventado por ellos y no por nosotros) al son de la música de panderetas, guitarras, baterías, maracas o cualquier otro instrumento que los miembros sepan tocar, palmoteando, meneándose.

-A medida que se desarrolla el culto, se incrementa notablemente el nivel de emocionalismo, y algunos son movidos a danzar, otros a gritar, aullar, saltar, correr, tumbando bancas o sillas, dar pisadas duras o revolcarse en el piso.

-Observamos que algunos, incluso, algunos de los pastores o co-pastores, entran y salen, conversan y se ríen, ¡aún durante las oraciones!

-Hay quienes hablan lenguas; otros profetizan.

Se nos explica que los miembros adoran de tal manera porque el Espíritu Santo está presente y dirige, él mismo, todo lo que se hace, manifestándose de las maneras indicadas en los miembros de la congregación.

Todo cristiano bien instruido en la “sana doctrina” de la Biblia y sin prejuicios religiosos sabe que semejante culto el Espíritu Santo no lo ordena ni lo dirige personalmente porque constituye una violación patente del mandamiento encontrado en 1 Corintios 14:40, donde el mismo Espíritu exhorta que todo se haga “ decentemente y con orden”. “DECENTEMENTE y con ORDEN.” ¿Capta usted, estimado lector, el significado de estas dos palabras sumamente importantes en el vocabulario del Espíritu Santo? ¿Figuran en su propio vocabulario espiritual?

-“Orden. Organización. Circunstancia de marchar un asunto o funcionar una cosa con regularidad y coordinación.” (Diccionario de uso del español, Tomo 2, Página 577)
-“Orden. (latino ordine) Correspondencia armónica de las partes que constituyen un conjunto organizado . Normalidad, tranquilidad en un grupo, institución.” (Microsoft Bookshelf en español, CDROM)
¿Nos equivocamos al observar que no hay “normalidad” o “tranquilidad” en un culto avivado tipo pentecostal? No hay “correspondencia armónica de las partes” de acuerdo con las instrucciones del Espíritu Santo. Hay poca “organización” o “coordinación”. La conclusión es ineludible: el culto pentecostal no obedece a las directrices del Espíritu Santo. Por consiguiente, el Espíritu Santo no es el “espíritu” que se mueve en medio de tal culto.

El antónimo de “orden” es “desorden”.

-“Desorden. Confusión. Desbarajuste. Desconcierto. Falta de orden.” (Diccionario de uso del español, Tomo 1, Página 955) Lamentablemente, estos cuatro vocablos son los más acertados para describir el culto pentecostal: “Confusión, desbarajuste, desconcierto, desorden”. Por lo tanto, reiteramos: el Espíritu Santo no se mueve en tal culto.

Tenga presente, estimado lector, que el Espíritu Santo, siendo de la misma naturaleza de Jehová y teniendo el mismo criterio moral, es incapaz de contradecirse a sí mismo. Pues, al prohibir él mismo el alboroto y la confusión, como lo hace con tanta claridad en 1 Corintios 14:40, es del todo imposible que incite o promueva lo que él mismo condena: el alboroto y la confusión característicos de los cultos pentecostales. El Espíritu Santo nunca se contradice. Es imposible que se contradiga. Por lo tanto, concluimos que el Espíritu Santo de Dios no es el autor o el instigador de las cosas extrañas que pasan en las reuniones de los pentecostales. Esta deducción es sencilla, fundamental y, de cierto, totalmente inevitable. He aquí una declaración axiomática: dondequiera que haya confusión y alboroto, el Espíritu Santo NO está presente. Cueste lo que le cueste a los pentecostales aceptarlo, el Espíritu Santo no los acompaña en sus cultos, aseveración que expresamos sin acarrear el más mínimo peligro de blasfemar. No está presente; no los dirige. Lo hace otro “espíritu”.

También planteamos, para la consideración de los avivados, lo que dice el Espíritu Santo en 1 Corintios 14:33. Conforme al texto referido “nuestro Dios no es Dios de confusión sino de paz”. Querido lector, ¿se registra debidamente en su mente y alma el significado y la importancia de esta declaración? ¿Cómo es Dios? “No es Dios de confusión.” Se deduce que Dios es ordenado, organizado y disciplinado. Tocante a estos atributos divinos, el Espíritu Santo no difiere en nada del Padre Dios. Es decir, el Espíritu Santo también es ordenado, organizado y disciplinado. Él no es un Espíritu de confusión y caos, sino de paz. Pues, él no es, ni puede ser jamás el “espíritu” que se da a conocer en los cultos avivados, ya que el espíritu de los avivados, sí, incita y promueve la confusión. De nuevo, amado lector, llegamos a la conclusión sencilla e incontrovertible de que los pentecostales caen en un error grave al creer que el Espíritu Santo sea la fuerza que se mueve en sus cultos de confusión y alboroto.

Procedamos a la consideración de otro factor igualmente importante para nuestro estudio. El Espíritu Santo es un ser muy superior al hombre, más Inteligente que nosotros, más santo, más poderoso y de más dignidad. Cuerdo, racional, consecuente y responsable en sus actos y palabras, el Espíritu refleja la grandeza infinita de Dios por medio de un comportamiento siempre decoroso. Preguntamos: ¿es razonable, es lógico que un ser celestial de carácter tan noble, disciplinado y organizado sea el autor de la confusión y del alboroto que reinan en los cultos avivados? A nuestro parecer, no lo es ya que tales manifestaciones son incompatibles con el carácter y el proceder del Espíritu de Dios .

Además, es preciso tener presente que el Espíritu Santo enseña el “dominio propio” (2 Timoteo 1:7; 2 Pedro 1:6; 1 Corintios 14:9-40). Entonces, de producir él en nosotros los creyentes una excitación emotiva tan grande y fuerte que perdiéramos el dominio propio, ¿no estaría él obrando en contra de sí mismo? Sin duda, estaría violando los principios que él mismo expone, como también invalidando el don que él mismo otorga, el don del dominio propio. El Espíritu Santo no puede hacer semejante cosa. Por lo tanto, es imposible que él sea el espíritu que se mueve en los cultos alborotosos, ya que en estos los participantes suelen perder el dominio propio.

En resumen, las características más sobresalientes del culto avivado son incompatibles con la naturaleza, el genio y las enseñanzas del Espíritu Santo. Por eso, sabemos que el Espíritu de Dios no hace acto de presencia en las reuniones de los pentecostales. Queda probado que los pentecostales no andan conforme a la doctrina del verdadero Espíritu Santo. Amado lector, si usted pertenece a una iglesia pentecostal, ¿qué hará? ¿Seguirá quebrantando la voluntad de Dios y ofendiendo al verdadero Espíritu Santo mediante la participación en cultos alborotosos? Le suplicamos que aprenda a adorar conforme al Nuevo Testamento, es decir, “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).

El que escribe es consciente de haber hecho acusaciones terriblemente ofensivas para los pentecostales. Extremadamente sensibles en todo lo concerniente al Espíritu Santo, se escandalizan a la mera intimación de que estén equivocados. ¡Ojalá que no fueran tan sensibles! Dios quiera que al leer ellos este estudio no se enfurezcan ni pierdan la fe sino que razonen desapasionada y objetivamente. Está en juego la salvación de sus almas. Por su bien, no conviene que rechacen precipitada y terminantemente lo que, con amor, estamos señalándoles. Pueden gozar, como nosotros, de la plenitud del Espíritu, pero si se vuelven obstinados en su error, tememos que nunca reciban ni conozcan al verdadero Espíritu de Dios.

Para que el pentecostal llegue al pleno conocimiento de la verdad divina y goce de libertad en Cristo, es preciso que se deshaga de su complejo psíquico, de su bloqueo mental y emocional, respecto al Espíritu Santo. Por ejemplo, no debe desmayarse de miedo cada vez que se le ocurra que quizás alguna profecía, doctrina o actividad religiosa suya no tenga la aprobación del Espíritu, pensando haber blasfemado al cuestionar. Tampoco es lógico que dé la espalda a todo aquel que le señale posibles errores en su doctrina. El pentecostal comienza a hacer pedazos a complejos y bloqueos al reconocer, admitiéndolo abiertamente, que no todas las obras y las manifestaciones que los pastores y los profetas avivados atribuyen al Espíritu Santo son inspiradas o aprobadas por él. Al darse cuenta de que no comete pecado alguno al poner a prueba la práctica de los avivados, tal vez logre desencadenarse de las doctrinas humanas que le atan al sistema religioso de estos cristianos. Resistir el poder dictatorial de los pastores y hacer caso omiso a sus interminables amenazas fuertes no es malo, no es blasfemia. Al contrario, se trata de pasos valientes que toma el alma que vence la esclavitud mental y espiritual. Independizarse de los prejuicios y del fanatismo religioso es la clave para conocer y disfrutar la verdadera libertad en Cristo. Lamentablemente, la mentalidad de muchos cristianos es la misma que el apóstol Pablo censura en los corintios: “Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis» (2 Corintios 11:20, 4). Es la mentalidad peligrosa de tolerar, de recibir, de aceptar a espíritus que esclavizan al error religioso. Ojalá se despierten y cambien de mentalidad para que sean libres y no esclavos.

Extraído de la Pagina : EDITORIAL LA PAZ

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